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Higiene cibernética: Los primeros pasos

El día de hoy comenzaré con una serie de artículos sobre la higiene cibernética. Esta colección, en lugar de presentar divagaciones sobre conceptos tecnológicos abstractos dirigidos a personal con altos niveles de conocimientos técnicos, pretende presentar acciones prácticas que permiten a cualquier usuario mantener el estado de “salud” de sus interacciones con componentes, servicios, y plataformas tecnológicas.

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Hábito

Cuando era pequeño, mi padre solía insistir mucho en que yo, a mis escasos 6 años, repitiera ciertas actividades cotidianas con incesante (y en ocasiones frustrante) frecuencia: “lávate los dientes después de cada comida”, “orea y arregla tu cama cada mañana al despertar”, “guarda tus juguetes en su lugar después de utilizarlos”, y el clásico “procura realizar actividad física por lo menos treinta minutos al día”. En ocasiones también se me indicaban las cosas que no debía hacer en ninguna circunstancia: “nunca dejes de desayunar”, “no te hagas de vicios por hacer amistades”, y “no cruces una calle sin mirar en ambas direcciones”.

En ese entonces, la cantidad de recomendaciones que se me hacían me parecía abrumante. Por consiguiente, en algunas ocasiones yo olvidaba realizarlas (particularmente eso de orear la cama, lo cual entonces no me hacía mucho sentido). Sin embargo, poco a poco y con el pasar del tiempo, estas actividades y sus respectivas frecuencias se fueron grabando en mi mente. Hoy en día puedo agradecerle a mi padre por haberme ayudado a desarrollar hábitos saludables.

Tu, si eres un adulto moderadamente funcional, seguramente tienes a alguien a quien agradecer por haberte inculcado y entrenado en la realización de un conjunto de hábitos que te permiten mantener tu higiene.

Pero ¡Un momento! ¿Qué es un hábito? --- Para el consumo personal de mis lectores, y para no dejar de lado la obligada definición de un término que todos suponemos entender, aquí dejo una literal copia del significado de la palabra (de fácil consulta en Google):

Hábito

Nombre masculino

  • Práctica habitual de una persona, animal, o colectividad
  • Traje que visten los miembros de una orden religiosa
  • Traje que se lleva en cumplimiento de un voto o una devoción
  • Forma externa que presenta un cristal o un grupo de cristales
  • (Medicina) Estado consecutivo a la ingestión de estupefacientes que da lugar a una situación de dependencia respecto de lo mismo

Aunque sería interesante ahondar en todas las posibles definiciones del término, hoy no profundizaremos en indumentarias religiosas, formaciones minerales, o terminología médica. A este artículo solamente le concierne la primera definición, aquella que habla de una práctica habitual.

Según la Doctora Phillipa Lally del University College London, una persona sana mentalmente puede adquirir un nuevo hábito en un período comprendido entre 18 y 254 días, aunque la mayor parte de los individuos observados lo hace antes de los 66 días. Por otro lado, la revista Neuron, en su edición de octubre de 2014 establece que la curiosidad y la motivación son claves en el proceso de construcción de un hábito; el autor de ese mismo artículo establece que una vez que una persona entra en “modo curioso” su capacidad y predisposición de aprendizaje mejora, aunque el tema no le resulte apasionante.

Hace mucho sentido, ¿no es así? Si oreas y haces la cama durante 254 días seguidos, el resultado es que muy probablemente lo repitas continuamente y, en algunos casos, que lo llegues a hacer de manera totalmente inconsciente. Ahora bien, a nivel del colectivo de la humanidad hemos descubierto (porque no siempre fue así) que el hábito de la higiene es indispensable para evitar la propagación de enfermedades y conservar la salud. Los últimos años no han sido excepción, la pandemia derivada de la aparición del COVID 19 nos ha hecho tomar nuevas medidas de prevención, creando nuevos hábitos de higiene rápidamente.

En el contexto de “la nueva realidad”, el advenimiento del maravilloso (y en algunos casos retador) Home Office nos ha brindado la oportunidad de dejar de lado reglas y hábitos comunes de trabajar en una oficina, el tolerar las largas horas en el transporte de tu elección, comer de entre los cuatro ángulos rectos del tupper, y el malabareo de una agenda complicada marcada por lejanas ubicaciones. Sin embargo, el tener un nuevo entorno de trabajo (por mucho que ya conozcas tu sala o estudio), implica crear nuevos hábitos que son tan importantes para ti como seguramente lo son para tu empresa: hábitos de higiene cibernética.

Este término que parece sacado de una novela de Neal Stephenson (gracias por el Cryptonomicon, Neal) no es más que una forma de nombrar al conjunto de hábitos que nos ayudan a mantener “la salud” de nuestros datos, dispositivos, y presencia en internet. En resumen, la higiene cibernética es un conjunto de procesos que se llevan a cabo regularmente para mantener la salud y el bienestar de la tecnología con la que interactuamos.

Para tentar tu curiosidad, motivarte a realizar un cambio, crear nuevos hábitos positivos, en los próximos artículos (siendo este el primero de una indefinida serie), estaré ofreciéndote consejos accionables para protegerte dentro del entorno digital en el que te desenvuelves.

El primero de ellos tiene que ver con las contraseñas.

Reflexiona

Hagamos juntos una lista de las cuentas que (probablemente) manejas: tu cuenta bancaria, tu(s) servicios de streaming, tus perfiles en plataformas de eCommerce, tu correo electrónico (el de tu empresa, y el personal), tus redes sociales, tu perfil en plataformas gubernamentales, tus cuentas de software como servicio, tus cuentas en plataformas de videojuegos, uffff… Mínimamente, tu tienes activas 10 cuentas en internet, con 10 contraseñas diferentes, y accedes a las mismas con una alta frecuencia. 

Aunque, existe la posibilidad que más de dos de esos servicios compartan el mismo nombre de usuario y clave de acceso, ¿no es así?

Hábito: Establece contraseñas seguras

Mantener decenas si no es que centenas de contraseñas puede llegar a ser abrumador, pero, para alguien sin higiene cibernética, manejar algunas cuantas puede ser una tarea aparentemente imposible. Para facilitarnos la vida, y hacernos de un mejor hábito en torno a la generación y mantenimiento de nuestras contraseñas, te recomiendo obtener y hacer uso de un administrador de contraseñas.

Para evitar realizar un ranking totalmente subjetivo de las soluciones populares en el mercado, o una comparativa altamente técnica que puede crear más confusión que aclaración; compartiré contigo las características que, como usuario de este tipo de software, he encontrado más valiosas:

  • La aplicación solicita el ingreso de una contraseña maestra para acceder a la bóveda, cada vez que la abres.
  • La aplicación integra un generador de contraseñas con ajustes para modificar la longitud y composición de las claves.
  • La aplicación presenta capacidades de sincronización con diferentes servicios de almacenamiento en cloud (Google Drive, Dropbox, Box, OneDrive, iCloud, etc.)
  • La aplicación es cross-platform, es decir que puedes instalarlo en múltiples sistemas operativos y dispositivos, sin problemas de interconexión.
  • La aplicación puede realizar auditorías programadas o manuales a tu base de datos para prevenir duplicidad o debilidad entre tus contraseñas.
  • La aplicación cifra la copia local de tu base de datos. Es decir, la copia que se queda en tu computadora.

Adicionalmente, cualquiera de las siguientes características es de gran ayuda, aunque no todas las aplicaciones y dispositivos cuentan con estas capacidades:

  • La aplicación se conecta a un servicio de red que te notifica de posibles vulneraciones de tus cuentas en otras plataformas del internet.
  • La aplicación puede integrar seguridad adicional de acceso a través de los sensores biométricas de tus dispositivos (piensa lector de huellas dactilares, rostro, etc.).
  • La aplicación te notifica sobre períodos demasiado extendidos en la vida de tus contraseñas, sugiriéndote cambiarlas.

Para fines prácticos, cualquier administrador de contraseñas que cuente con estas capacidades es bueno (por supuesto, todo esto es argumentable y discutible, pero en la era de las redes sociales ¿Qué no lo es?). 

Toma acción

Para cerrar con broche de oro este tema, te invito a modificar tus contraseñas, con un administrador se convierte en una tarea sumamente sencilla, que no requiere de conocimientos técnicos. Si decides aventurarte a obtener una solución de este tipo, sigue las siguientes recomendaciones para establecer tu contraseña maestra:

  • Utiliza más de 12 caracteres de longitud; entre más larga sea tu contraseña, mucho mejor.
  • Utiliza “N” minúsculas. Donde “N” siempre es un número menor a la cuenta total de caracteres en tu contraseña… en otras palabras NO uses contraseñas compuestas solamente por minúsculas.
  • 1 mayúsculas. Vamos, ¡una sola mayúscula! Tu nombre tiene una, el nombre de tu equipo de fútbol tiene una mayúscula, el nombre de tu país tiene una mayúscula, es fácil.
  • 1 digito. Todos tenemos un número de la suerte. Procura no utilizar números que representen datos personales, como tu fecha de nacimiento.
  • Opcional: Usa un símbolo como el ampersand, o un signo de admiración, solo por gusto.

¡No te quejes! Es fácil hacer una contraseña así: si concatenas el modelo, marca y año de tu auto favorito ya tienes una contraseña de esa longitud. Para muestra un botón:

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Parece sumamente fácil de recordar ¿no? Pero, aunque no lo creas, security.org sugiere que una computadora común se tardaría 9 millones de años en romper esa contraseña… tiempo de sobra para no utilizar la cuenta durante alguna temporada ¿no lo crees?

¿Quieres verificar el tiempo que tardaría en romper la tuya? Sigue la siguiente liga: https://www.security.org/how-secure-is-my-password/

Te recuerdo nuevamente: La higiene cibernética no es un evento aislado, si no una serie de pasos que deben practicarse con frecuencia para crear hábitos sanos.

Espero contar con tu seguimiento y lectura para las siguientes entradas de blog; y recuerda: KIO Lo hace posible.